
La idea de “trazos no claustro” encuentra su inspiración en el propio lugar en el que se inserta. El convento de San Francisco y su claustro presentan numerosas cualidades interesantes en sí mismas: la arquitectura, la calidad y el color de los muros de granito, la pátina y la historia escrita en la piedra... Es un espacio muy bello y muy interesante que no debe ser alterado dramáticamente:tiene esa misticidad propia de Galicia.El claustro era un espacio desconectado del mundo, un lugar donde la única orientación o referenciaposible era la temporal: el paso de los días, y las noches, las estaciones y los años... En su interior dos elementos verticales señalan esta dimensión temporal: el pozo y el árbol. Son también la referencia a la naturaleza, al agua, a los elementos. La caída de las hojas y su movimiento sobre el patio inspiran el diseño de los trazos.
Todo parece dialogar armoniosamente entre sí, pero se encuentra preso aún de ese carácter simbólico propio de su anterior uso religioso. De la misma forma que el antiguo convento ha evolucionado hacia nuevos usos, el claustro debe de encontrar su propia vía.
El proyecto pretende colonizar ese espacio de forma suave, manteniendo un flujo que procede del propio edificio y que se adentra en el espacio invitando al disfrute y uso del mismo. Las incisiones en el terreno son directas, resultado de una decisión concisa, que aunque compuesta de varios elementos se agrupa bajo una sola intención. Simplemente bastan unos trazos, unas leves pinceladas que mantienen la claridad y el orden del patio, que a pesar de su sencillez sirven para atraer actividad y dimensionar el espacio. Trazos que fluyen ligeramente desde la entrada y se descuelgan hacia el interior del espacio.
Frente a la tradicional configuración simétrica y cuadrangular del claustro, los trazos presentan una configuración sinuosa y curva que presenta múltiples puntos de vista, cada uno de ellos único, ofreciendo una nueva dimensión y orientación dentro del patio. La intervención se ciñe estrictamente a los espacios ajardinados del patio, de modo que ningún elemento obstruye la percepción de la arquitectura del edificio. Como adicción contemporánea los trazos presentan un material diferente que dialoga con los existentes. No existe competencia entre los elementos que actualmente se sitúan en el patio, tampoco se interfiere en los recorridos visuales o en los usos y funciones existentes en el espacio deambulatorio. La relación exterior-interior se ve también mejorada mediante la incorporación de elementos que relacionan ambos mundos y de forma tranquila y fluida los unen en única intención: la de prolongar más allá del umbral el espacio expositivo del museo, dotando al jardín de una cualidad extra que lo revaloriza y lo hace atractivo a sus posibles usuarios.
Las suaves formas de los trazos se adaptan al caracter natural del espacio verde en el que se insertan. Sus dimensiones son lo suficientemente reducidas para no interrumpir las vistas cruzadas entre elementos del claustro, siempre respetando la presencia de los elementos verticales contenidos en el interior del jardin: el nogal, el pozo. Estos dos elementos representan no solo hitos verticales, sino un contraste a la arquitectura. Son dos referencias a dos mundos paralelos: el árbol que señala al cielo, el pozo que se hinca en la tierra... Los trazos enlazan ambos mundos, de un modo tratan de despegarse hacia el cielo, del otro se insertan en el terreno.
El respeto a la arquitectura existente es una de las premisas básicas de este proyecto. Por un lado esta el respeto a la forma, los trazos son líneas sinuosas, que quiebran los recorridos, pero que sin embargo encadenan y enlazan los flujos que fluyen desde el acceso y la calle al corazon del claustro. Las nuevas especies incorporadas a la hierba actual tratan de acentuar estas líneas de fuerza incorporando ciertas notas de color, visibles en ciertos períodos del año.
La adicción de un nuevo elemento en el claustro resulta ser imprescindible para conservación del mismo. Nuevas actividades pueden dinamizar un espacio vacío, que a pesar de sus cualidades contemplativas y estéticas, ya no responde a la función primigenia. Como el resto del edificio necesita adecuarse a la nueva función y participar activamente del uso del monasterio... un espacio activo significa un espacio vivo, un espacio conservado para el futuro por las personas que hacen uso de él. Las nuevas formas del claustro se configuran como elementos polivalentes: pueden funcionar como bancos orientados al sur, como escenarios improvisados para una obra teatral o soportes para diferentes exhibiciones y actividades del museo. El proyecto propone un calendario de actividades basado en las condiciones climáticas, el ciclo de las estaciones... Como espacio abierto, la meteorología y el clima son condicionantes importantes a la hora de determinar su uso. No obstante estas nuevas actividades encontrarán su asiento como respuesta a las demandas de sus usuarios, de los nuevos colonizadores de éste espacio hoy vacío. Se trata del mismo jardín de siempre, solo que mejorado y preparado para acoger al Museo Provincial de Lugo y a la propia ciudad de Lugo, y sus diferentes escalas de eventos, encajando todos ellos en el mismo lugar.
Trazos no claustro es una intervención de marcado carácter simbólico y amplia expresividad formal. No es una propuesta enfocada a la creación de un icono regional, ni tampoco pretende ser un elemento escultorico temporal, ni una instalación artística. Mediante la incorporación de un elemento novedoso, se invita a la reflexión acerca del uso del espacio vacío, una invitación a pasar y disfrutar. Esto implica un presupuesto pequeño, adecuado a la escala del lugar y los requerimientos del programa. Los beneficios son claros, un espacio revalorizado, listo para albergar toda clase de eventos museísticos y locales para lucenses y foraneos.
Además de los nuevos usos potenciales, los trazos aportan nuevas cualidades al patio. Por un lado los juegos de sombras que crean los nuevos relieves aportan una nueva perspectiva que invita a participar del espacio. Por otro lado las reflexiones del sol sobre el metal sirven de referente, visible desde el interior del edificio.
El claustro es históricamente un espacio asociado al culto religioso. Es un espacio vacío alrededor del cual se reza, se medita... siempre se circunda un espacio abierto, sin referencia alguna, es un simple cuadrado que siempre se camina en la misma dirección. Es un ambiente desconectado del mundo, absorto en sí mismo donde la única orientación posible es la temporal, la que aportan el paso de los días, y las noches, las estaciones y los años...
El proyecto “Os trazos do claustro” invita a la reflexión acerca de la atemporalidad y su relación entre la arquitectura existente y la futura apariencia del jardín del claustro. Se pretende incrementar esa perceptibilidad de los fenómenos meteorológicos, de la alternancia de la primavera, el verano, el otoño y el invierno. Es en estos cambios, ya presentes en el claustro a través del ciclo de vida del árbol, cuando nuestros trazos permanecen constantes del mismo modo que la arquitectura, testimonio del paso del tiempo... Sin embargo del mismo modo que el nogal, las plantas y la hierba reaccionan: florecen las nuevas especies, apareciendo diferentes tonalidades: rojo, amarillo, blanco... cada una asociada a un momento concreto del año. El día y la noche es la secuencia más repetida dentro de los ciclos temporales: es básicamente la diferencia entre claridad y oscuridad, actividad e inactividad. Durante el día los trazos reflejan la luz solar subordinándose a la arquitectura; durante la noche emergen de la sombra con una nueva luz rasante; es en este momento el que la arquitectura pierde su protagonismo cuando los trazos despuntan protagonizando la escena nocturna. Lugo es una tierra de contrastes meteorológicos. A través de los acentos lumínicos del proyecto los trazos también interaccionan con los elementos: en los abundantes días de niebla (una media de 12 días al mes en verano y una media de 99 días al año) la luz creará un nuevo paisaje de reflejos en el interior del jardín. Niebla, lluvia, nieve... los trazos son resistentes a la intemperie, al paso del tiempo. El nogal seguirá perdiendo sus hojas, la nieve cubrirá la hierba, el agua y el sol modificarán el color de la hierba, pero al igual que la arquitectura que la rodea los trazos permanecerán inalterables con el paso del tiempo.
La elección del acero como material principal es también una respuesta al entorno. El metal corta con fuerza el terreno como contraste al carácter pétreo del entorno y aporta un nuevo estrato de contemporaneidad al edificio. Es un material de gran durabilidad, resistente a la intemperie, los agentes atmosféricos, en general un buen superviviente al paso del tiempo. No obstante no compite en pátina y color con el granito, (tan propio de las tierras de Lugo y Galicia); al igual que no destaca sobre la pizarra y su despiece, sus sucesivos estratos y su color grisáceo... Evocando la obra del escultor Pedro Dobao se busca incorporar un material que aporte nuevas características y cualidades al claustro que incrementen la percepción de la evolución histórica y el paso del tiempo. El acero es un material que con su superficie, esmerilada y galvanizada, trae nuevos reflejos, brillos y superficies frías, que resaltan el contrate entre hierba y piedra. Como adicción propia del S.XXI los nuevos elementos para el patio son reflejo del tiempo que viven. El cambio en los colores del césped mediante la incorporación de nuevas especies es una guiño a la naturaleza, al nogal, a los cambios atmosféricos y al paso de las estaciones. Unas notas de color que sirven para anunciar los cambios estacionales y el comienzo o fin de las diversas actividades. El nivel de preservación del jardín es máximo: el movimiento de tierra que crean las nuevas ondulaciones nace de la sección, la sustracción de tierra de una parte supone la adicción de su antimétrica.
Open fabric (Francesco Garofalo) y Juan Marcos Rodríguez Díaz